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Vive el momento presente, no estés en el pasado ni
en el futuro. Cuando sientas esos deseos de más unión. Más entrega, más amor,
no hagas proyectos para el futuro, déjate poseer en ese momento, vive ese
momento en Él. Y no es necesario irte a tu habitación o a una iglesia, vive ese
momento allí donde estés y haciendo lo que estés haciendo, porque si sientes
esos deseos es que el Señor ya te lo está dando. Él es el que da el querer y el
poder.
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Nunca estar en el pasado, vivir el momento presente
que es el que te une a Dios.
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El Señor te guía, escucha sus palabras, guárdalas en
tu corazón. Déjate guiar por las palabras del Señor: por las que pone en su
corazón y por La palabra escrita.
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Vuelve al primer amor. La oración es el encuentro de
amor con Dios. No busques sentir, solo la fe es importante. El Señor es nuevo
cada día, vete a estrenar lo que el Señor quiera darte, es tu gran oportunidad,
así no caerás en la rutina.
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Continúa invitando a Jesús cada día, a cada momento
a acompañarte. El acordarte cada instante de Él, como Sta. Teresita, eso sería
la gracia actual. La gracia habitual: No es necesario acordarse a cada momento,
esa presencia puede ser habitual si te has puesto en su presencia por la mañana
y le has pedido que viva en ti. ¿Aunque yo luego lo haga mal? No es cuestión de
hacer, es cuestión de dejar a Jesús que viva en ti y contigo.
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Es bueno que actualices la presencia de Jesús en ti
a lo largo del día, aquello que le has pedido en la oración de la mañana: que
venga a vivir en ti su vida. Cada vez que te acuerdes dile: “Ven, Señor,
conmigo a esto, a lo otro…” y se convierte en una oración preciosa. Es tu
sacerdocio real, ofrecer toda tu vida al Padre en Jesús.
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Cada día en la oración tienes que decirle al Señor:
“Ven a estar conmigo, ven a vivir mi vida conmigo”, y entrégate. Tienes que ser
consciente de que Jesús está contigo continuamente.
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No tomes la oración personal como una obligación, es
una oportunidad que te da el Señor, una cita de amor con Él. Si no acudes, si
no “estás”, eres tú la que se lo pierde.
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Aunque sea poco el tiempo que puedes dedicar a la
oración en momentos que estás muy ocupada, no dejes nunca la oración, y que
siempre estés abierta al Señor, a que se haga su voluntad.
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Él es nuestro consuelo y nos ilumina en la oración
para sacarnos de la oscuridad y guiarnos en nuestro camino.
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Cuando el Señor pone un deseo en ti es que ya lo
está haciendo en ti. Créetelo, Él ya está realizando en ti aquello que te hace
desear.
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A veces se siente a Dios.
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