· Ver tu pobreza y tu miseria… acude al Señor, dile: “Ven a ser tú el humilde en mí”. La sencillez, la humildad solo es de Dios. Jesús es el humilde.
· Cada vez que te veas atacada por la soberbia, dile:
“Ven a fundirte conmigo, ven a poseerme”, y Él viene a ser el humilde en ti; ya
no vives tú, es Cristo el que vive en ti.
· Pide al Señor, no el don de humildad, sino el don de
tener un corazón compasivo y misericordioso, sino pídele: “Particípame de tu
humildad, particípame de tu compasión y misericordia”, porque solo serás
humilde, compasivo y misericordioso en la medida en que dejes que sea Él el que
viva en ti, el que lo sea en ti.
· La humildad es ponerte al nivel de aquel con quien
estás hablando, conviviendo, etc.
· No creerte nada, todo te lo da el Señor. Solo Dios
basta. Ser mendigo de Dios.
· No seas complicada, pide al Señor que te llene de su
simplicidad.
· Pide el don de la sencillez, de la simplicidad, la
simplicidad de Dios. No te importe si los demás piensan que eres tonta, deja
que aparezca en ti la simplicidad de Dios.
· Hazte pequeñita, muy pequeñita, pídeselo al Señor;
que seas vacío y ojalá llegues a ser nada para que Él viva en ti, que sea todo
en ti.
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