· La oración personal debe seguir un esquema como el de
la oración de un grupo de la Renovación Carismática: peti- ción del Espíritu
Santo, alabanza, adoración, lectura de la Palabra con las lecturas de la
Eucaristía del día, o pidiéndole al Señor una palabra, y repetir, rumiar,
saborear la Palabra. Alabar con ella y desde ella, adorar, escuchar, pedir,
pedir mucho. Pero siempre entrando dentro de ti, en las profundidades en que
habita el Espíritu Santo para pedirle que te haga Jesús, para que sea Él el que
ore al Padre, alabe al Padre, adore al Padre, interceda ante el Padre. No eres
tú, es Jesús el que ora en ti.
· Orar en lenguas es la mejor forma de oración, hazlo
no solo cuando te salga, sino procúralo también.
· La oración: ponte en la presencia de Dios, pero no
fuera de ti, sino dentro de ti. Dentro de ti están el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo. Es la posesión física, la del alma y la del espíritu por la
Trinidad. Después lánzate al océano de su misericordia, de su ternura, de su
bondad, de su amor, y alabar; alabar y adorar.
·
Pide el don de la oración, que por medio de su
espíritu sea Él el que venga a orar en ti al Padre, a poner en ti su alabanza,
su adoración, que venga a llevarte a los brazos de Padre.
·
En tu oración quizás te has olvidado de que tienes
que pedir permiso al Espíritu Santo porque la oración es un don. Pídelo. Pide
al Señor que te conceda el don de su intimidad con el Padre.
· La oración es obra del Espíritu Santo en ti, no la
haces tú. No quieras proporcionarte por ti misma el silencio, es un don. No
seas ilusa pensando que tú puedes entregarte al Señor, ni contemplarle. Todo
eso es un don, sólo puedes pedírselo al Señor. El Señor quiere que seas
sencilla. Si el Señor te hace desear entregarte, contemplarle es que ya te lo
está dando, vívelo.
· El Señor te llama a una mayor profundización. Puedes
quedarte en ser una cristiana corriente, sí, muy amada por el Señor pero nada
más, o puedes dejarte profundizar por el Señor y ser santa. La percepción de tu
imperfección es la posibilidad de la perfección, de la santidad. Analiza tu
miseria y tu pecado pero sin culpabilidades, sino alabando al Señor por lo que
hace en ti.
· Vive en intimidad con Él cada instante, no solo el
rato de oración. La oración de la mañana sólo es para ponerte delante del
Señor, para dejar que te acompañe, y luego que Él viva contigo todo el día, en
todas las actividades de tu vida. Abrázate fuerte, fuerte, a Él, no estás sola,
Él siempre está contigo. Si le dejas que viva en ti no habrá en ti murmuración,
desprecio…
· La oración de posesión por el Señor no solo ha de
ser de todo tu cuerpo sino también de toda tu alma, de tus potencias y de tu
espíritu. Desnúdate de ti misma ante el Señor. Deja que te posea plenamente.
· Despojarse de uno misma es lo más difícil, hay que
pedir que lo haga Él. Conviérteme y sea yo convertida.
· Oración diaria para luego ser sacerdote las
veinticuatro horas del día. Ser sacerdotes, profetas y reyes, que es servir a
los demás en Jesús.
·
La oración es una cita de amor con Jesús. Él te
llama.
· Pide al Señor que te dé el don de la contemplación,
si es esa su voluntad.
· Jesús te dice: “Yo soy tu alimento. No vengas
buscándote a ti misma en la oración. Búscame sólo a mí. Ven sólo por darme
gusto. Yo te espero cada día. Eres mi hija y yo te amo. No me importa tu
miseria. Yo gozo cuando me llamas desde tu pobreza y vengo a fundirme contigo”.
· El invocar el Nombre del Señor es también oración.
· Cuando vayas a orar, pide al Señor el don de la
intimidad con el Padre y Él pondrá en ti la oración, que es un don, es el
Espíritu Santo el que ora en ti.
· Todas las negatividades conviértelas en
positividades dando gracias al Señor por lo que ha hecho o lo que va a hacer en
ti y en los demás.
· Vete a buscar en los brazos de Jesús, en los brazos
del Padre, el amor, la paz, el consuelo. Recuerda: “El Padre y Yo somos uno”.
· Jesús te revela al Padre, pero no olvides que Jesús
mismo es la revelación del Padre. Vívelo.
· ¿Quieres ser toda para Él, acordarte todo el tiempo
de Él?, pídeselo al Señor, Él es todo para ti, se da por entero a ti.
· Tres interrogantes:
·
¿Oramos nosotros por todos los desastres de nuestro
tiempo?
·
¿Damos las suficientes gracias al Señor cada día?
·
¿Nos preparamos cada día para oír la Palabra? Lo que
nos hace tierra buena es prepararnos para oír y profundizar la Palabra.
· Anota las palabras que el Señor pone en tu corazón y
vuelve a meditarlas de vez en cuando.
· ¿Quieres saber cómo discernir si algo es del Señor?:
(Ga 5,22) “Por sus frutos los conoceréis”. Los frutos del Espíritu son
paz, alegría, amor… Jesús.
· Pide al Señor sus dones, la oración, la escucha, la
intimidad, ser agradecida… pero no seas pasiva.
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