· Ponte al nivel de los más pobres en todo.
· Cuando veas la pobreza de tus hermanos, acude al
Señor, dile: “Señor, ten misericordia”.
· No mires a tus hermanos, ellos son tan pobres como
tú. Fíate solo del Señor. Deja que el Señor llegue a ellos a través de ti.
· Amar al hermano en sus pobrezas. Yo (D. Santiago
habla de sí mismo), te necesito en lo que soy pobre, no en los dones que el
Señor me ha dado. Ámate a ti misma en tu pobreza, el primer pobre para ti eres
tú y luego los que te rodean.
· Pon tu mirada solo en Él. Déjate poseer plenamente
por Él. No mires cómo te sientes, o cómo actúan tus hermanos, o tus tentaciones
o problemas. Que Él sea tu única referencia.
· Si te sientes superior en algo, algunas veces, es
que realmente eres superior en lo humano (ante Dios no lo sabemos), da las
gracias, alaba al Señor por ello, no te sientas culpable, alaba y pide al Señor
que esos dones, que son suyos, los ponga al servicio de los hermanos.
· Acepta tus limitaciones y así comprenderás mejor las
de los hermanos.
· No quieras ser como Santa Teresita, o como otra
persona. Si quieres imitarlas no conseguirás más que tener sus defectos. Tienes
que querer ser como el Señor tiene preparado para ti, como el Señor quiere que
seas. El Señor te dice: “Yo quiero que seas como Yo quiero que seas, no como
esta persona, o esta santa o la otra.
· No te compares nunca con nadie, pierdes tu propia
identidad. Has de querer ser como Él quiere que seas. Simplemente has de dejar
a Jesús que viva en ti, que sea Él tu santidad.
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